La pandemia nos dejó lecciones cruciales. Una, muy preocupante que recién ahora empezamos a advertir en su verdadera dimensión, es la escasez de maestros. Unos 300 mil profesores y personal educativo abandonaron su trabajo durante la pandemia en Estados Unidos. Fueron dos años y medio que los dejaron exhaustos debido al enorme desafío que significó la enseñanza en línea. Renuncias, despidos y jubilaciones tempranas dejaron miles de vacantes que no se han logrado llenar aún.
En el estado de Florida hay aproximadamente 8.000 vacantes de profesores. En Nevada e Illinois hay casi 3.000 posiciones disponibles para maestros, mientras que solo en Houston (Texas) hay más de 2.000 puestos vacantes. Se necesitan maestros de Matemáticas, Ciencias y profesores bilingües. Algunas escuelas tuvieron que posponer el primer día de clases, otras comenzaron en distintas fechas de acuerdo con el aula y otras escuelas llenaron las vacantes de forma temporal.
¿Por qué faltan tantos maestros en Estados Unidos? Es una mezcla de factores, entre ellos el estrés causado por la pandemia y los bajos salarios. Miguel Cardona, el secretario de Educación del gobierno de Joe Biden, en una entrevista para el programa Janiot PM, me dijo que cualquier plan educativo tiene que incluir el aumento de los ingresos para los profesores, que en promedio ganan $65.000 al año.
“Hay diferentes trabajos que pagan más. Los maestros, cuando se gradúan, ganan en promedio 33% menos que los que se gradúan de otros programas”, aseguró Cardona.
El gobierno le ha pedido a las autoridades locales que usen los fondos federales aprobados en los paquetes de rescate tras la pandemia para ofrecer a los maestros salarios más competitivos.
Los educadores también sienten un irrespeto hacia su profesión. Y es que las escuelas públicas se han convertido en una especie de campo de batalla entre las políticas conservadoras y las políticas progresistas. Hay un ambiente de mayor escrutinio por parte de padres de familia y algunas autoridades estatales en torno al trabajo de los maestros.
Precisamente, Ovidia Molina, la presidenta de la Asociación de Maestros de Texas, me habló de los ataques políticos que reciben los maestros: “Aquí los maestros no saben cómo hablar con los estudiantes. No saben qué pueden decir para no meterse en problemas. Hay una nueva ley que dice que tenemos que decir los dos lados de cada tema y hay unos temas como el de la esclavitud en Estados Unidos, que no tienen dos partes”.
Como si fuera poco, los educadores también tienen que vivir bajo la amenaza de un posible tiroteo masivo en las escuelas donde trabajan. Ya son nueve los estados donde es legal que los maestros y el personal de las escuelas esté armado, entre esos Texas, Florida, Georgia, Tennessee, Oklahoma, Missouri, Wyoming, Dakota del Norte y Dakota del Sur. Pronto se sumará Ohio.
Ovidia Molina piensa que es una muy mala idea: “Como maestra, ¿dónde voy a tener esa pistola? ¿Dónde va a estar para que mis estudiantes no la agarren, que no haya un accidente?”.
A pesar de la oferta de mejores salarios, el pago de mudanzas, bonos anuales y semanas escolares de cuatro días, varios distritos escolares siguen teniendo dificultades para contratar profesores calificados. Las escuelas han optado por soluciones temporales que resultan controversiales: desde permitir que veteranos militares sin experiencia enseñen en las aulas, expedir certificaciones de docentes para personas sin un grado universitario que completen un curso de un año, o duplicar el tamaño de las clases para cada profesor.
Estas respuestas comprometen la calidad de la educación, especialmente si los docentes no están calificados y si además rotan permanentemente. La educación se verá interrumpida, los alumnos estarán desmotivados y se atrasarán aún más en su desempeño académico.
Aumentar sustancialmente los salarios de los maestros no es solo un imperativo si queremos valorarlos y darles el lugar que se merecen por su incalculable aporte a la sociedad, también es la mejor manera de garantizar nuestro desarrollo y nuestro futuro.
Una mejor remuneración será un gran incentivo para que más jóvenes quieran estudiar Pedagogía, porque no hay suficientes estudiantes que quieran ser profesores. En la última década, las matrículas en los programas universitarios que preparan a los maestros ha caído una tercera parte, según The American Association of Colleges for Teacher Education.
Además, se calcula que casi la mitad de los docentes escolares tienen alrededor de $65.000 de deuda en préstamos estudiantiles. Es decir, son maestros que todavía están pagando su carrera universitaria, de acuerdo a un estudio del Economic Policy Institute.
Si el gobierno realmente quiere diseñar políticas para salir de esta crisis educativa, debería contemplar el perdón de los préstamos a todos los maestros y ¿por qué no? subsidiarle sus estudios universitarios a la próxima generación de maestros. Al fin y al cabo, los profesores son trabajadores esenciales y apostar por la calidad de su educación y la de sus alumnos es la inversión más importante que puede hacer cualquier sociedad.