Era uno de los estrenos más esperados del año y en su primer fin de semana se convirtió en un éxito de taquilla en Estados Unidos, y se espera que suceda lo mismo cuando llegue a los teatros en otros países en esta Navidad.
No era para menos. House of Gucci, la película dirigida por Ridley Scott, tiene un elenco de luminarias que incluyen a Lady Gaga, Al Pacino, Jeremy Irons, Salma Hayek, Adam Driver y Jared Leto.
El filme está basado en los hechos reales relatados por la periodista Sara Gay Forden en su libro del mismo nombre. Es la historia de la familia Gucci, el ascenso y la caída de una dinastía con todos los ingredientes que hacen apasionante una trama: glamour, riqueza, poder, fama, avaricia, hechizos y un crimen.
El desenlace de la cinta recrea el asesinato de Maurizio Gucci, el principal heredero del prestigioso imperio italiano de la moda, que puso en el imaginario mundial el diseño exquisito “Made in Italy”. El crimen de Gucci fue cometido por un sicario y su pandilla pagados por su exesposa Patrizia Reggiani, interpretada por Lady Gaga.
El show se lo roba Gaga. Demuestra, una vez más, que a la diva de la música le sobra talento y fuerza para consagrarse como una estupenda actriz dramática. Sin embargo, la crítica ha coincidido (y yo también) en que los protagonistas con su imitación de un fuerte acento italiano y los clichés en los que se encasillan algunos de los personajes, transforman, por momentos, el drama y la tragedia en una caricatura.
Pero lo increíble de esta historia de la vida real es lo que la cinta de 2 horas y media dejó por fuera. Su apresurado final resume en una sola escena el juicio y la sentencia de 29 años de prisión a los que fue condenada Patrizia Reggiani junto con sus cómplices, quienes recibieron condenas similares, excepto el gatillero sentenciado a cadena perpetua.
La historia que nace luego de que se resuelve el crimen, es más jugosa que la que cuenta la película. Tal vez los libretistas se guardaron todos estos argumentos para una prometedora segunda parte.
El filme tiene vacíos e inexactitudes al narrar episodios de la historia real. Tampoco revela los interesantes vericuetos de la investigación con los que la policía italiana resolvió el crimen, dos años después de ocurrido. No muestra las excentricidades y el destino de la condenada mientras estuvo en la cárcel y tras cumplir su sentencia.
Y mucho menos cuenta los desenlaces inverosímiles y absurdos de esta historia de desgracia familiar que al final pone a la instigadora de un asesinato rumbo al “paradeisos” (paraíso en griego), como ella misma lo escribió en su diario Cartier el día que, por encargo propio, mataron a su exmarido a la entrada de su oficina.
Aquí les cuento esas otras historias verídicas y truculentas que no verán en “la Casa Gucci”.
Los Reggiani
Patrizia Martinelli nació el 2 de diciembre de 1948 en Vignola, un pueblito de la norteña provincia de Modena. Creció pobre y nunca conoció a su padre biológico. Cuando tenía 12 años, su madre Silvana Barbieri, a los 22 años cuando trabajaba de mesera, conoció y se casó con Ferdinando Reggiani, un hombre mucho mayor que ella que había amasado una fortuna en la industria del transporte. Tenía un hijo adoptivo, Vincenzo D’Amato Reggiani, y también adoptó a Patrizia y le dio su apellido.
Los Gucci
La película solo muestra a dos hermanos (Rodolfo y Aldo), herederos de la fortuna de Guccio Gucci, el fundador de la casa de moda Gucci. Pero en realidad, el patriarca tuvo seis hijos: Rodolfo, Aldo, Vasco, Ugo, Grimalda y Enzio, que murió cuando era un niño.
Rodolfo Gucci, el papá de Maurizio, fue un actor de cine. Con el seudónimo de Maurizio D’Ancora filmó más de 40 películas. Después de la Segunda Guerra Mundial, Rodolfo regresó a la empresa familiar para más tarde convertirse en el director de Gucci. Se casó con otra actriz, Sandra Ravel, y tuvieron un único hijo al que le pusieron el nombre artístico que usaba su padre: Maurizio. El pequeño quedó huérfano de madre cuando tenía cinco años.
La historia cinematográfica también muestra a solo dos nietos de Guccio Gucci: Maurizio, hijo de Rodolfo, y Paolo, hijo de Aldo. Lo cierto es que Aldo, el cerebro detrás de la apertura de exclusivas tiendas Gucci en las principales ciudades del mundo, tuvo cuatro hijos: Paolo, Giorgio, Roberto y Patrizia, que nació de una relación secreta, fuera del matrimonio, con Bruna Palombo, una joven vendedora de la tienda en Roma, en una época en la que el adulterio era ilegal en Italia.
Cuando muere Rodolfo Gucci en 1983, su hijo Maurizio hereda el 50 por ciento de la compañía, una fortuna de 230 millones de dólares. A partir de ese momento, como lo cuenta el filme, Maurizio, su tío Aldo y su primo Paolo, se enfrentan en una feroz batalla por el control del imperio familiar.
Paolo, quien resultó nefasto para el clan Gucci, con la ayuda de Maurizio, envió a su padre Aldo a la cárcel por un año. Paolo le jugó sucio a su primo Maurizio, y prácticamente lo obligó a un exilio temporal en Suiza. En ambos casos, Paolo entregó a las autoridades documentos financieros para denunciarlos por evasión de impuestos.
Más de 20 demandas judiciales en Italia y los Estados Unidos evidenciaron las disputas entre los familiares y una guerra interna que en ocasiones se tradujo en peleas a puños en juntas directivas. Al final, Maurizio se quedó con el control de la compañía, lo que fue posible gracias a la inyección de dinero de Investcorp, un grupo inversor de Bahrein que adquirió las acciones de los otros herederos.
A principios de los 90, la compañía debía una fortuna. Maurizio recurrió a un préstamo de 40 millones de dólares solicitado a uno de los hombres más ricos de Italia, exiliado en Japón por problemas con la justicia, a cambio de darle los derechos para vender productos de Gucci en Asia.
La inyección de dinero no fue suficiente. La empresa estaba en bancarrota y en septiembre de 1993, Maurizio quedó fuera de Gucci al no tener otra salida que vender sus acciones por 135 millones de dólares a los inversionistas árabes. La compañía había perdido decenas de millones de dólares cuando Maurizio dejó de vender licencias para fabricar productos baratos con el tradicional emblema de líneas verde y roja. Su visión era recobrar la imagen de Gucci como el ícono de la elegancia, la alta costura y los productos de lujo.
El idilio de Maurizio y Patrizia
Cuando Maurizio estaba decidido a casarse con Patrizia, una mujer dominante a la que Rodolfo Gucci veía como una trepadora y cazafortunas, el padre de Maurizio fue a hablar en vano con el cardenal de Milán para que impidiera el matrimonio de su único hijo. La pareja, con 24 años, contrajo matrimonio en 1972. Tuvieron dos hijas: Alessandra, nacida en 1976, y Allegra en 1981. La película solo muestra a la primogénita.
El nacimiento de Alessandra, la primera nieta de Rodolfo, logró la reconciliación con su hijo. Cuando el tío de Maurizio lo invitó a trabajar con él a Nueva York, su padre le regaló a la pareja un espléndido penthouse dúplex de ocho habitaciones en la Torre Olympic en la Quinta Avenida de Manhattan.
El matrimonio duró 12 años. El marido empacó sus maletas supuestamente para salir en un viaje de negocios a Florencia y nunca regresó. En la cinta pareciera que Maurizio Gucci se separó de su esposa al enamorarse de Paola Franchi, una sofisticada diseñadora de interiores que la pareja conocía de tiempo atrás en los altos círculos sociales de Milán.
Lo cierto es que un año antes de irse de su hogar, en 1985, Maurizio Gucci había comenzado un romance con la estadounidense Sheree Mclaughin, una rubia alta y esbelta que compartía su pasión por la navegación a vela. Lo conoció cuando ella tenía 25 años y Maurizio 35 años, en una competencia de regatas en Porto Cervo. Maurizio llegaba al torneo en helicóptero, algunas veces con su esposa.
Ambos estaban casados cuando empezaron un romance que duraría 7 años. Sheree viajaba en Concorde entre Nueva York y París o Londres para visitarlo.
Después de una larga relación, Sheree terminó con el heredero Gucci por la tensión permanente que rodeaba a Maurizio con su familia y con su exesposa, quien se negaba a darle el divorcio y en ocasiones impedía que viera a sus hijas. Los negocios de la compañía estaban decayendo, y Maurizio le redujo la mensualidad a su esposa de 150.000 a 90.000 dólares.
Maurizio después inició su romance con Paola Franchi, quien estaba saliendo de un matrimonio que no prosperaba. Se fue a vivir con ella y su hijo de 11 años en un amplio apartamento en la zona más exclusiva de Milán.
En 1992, Patrizia fue sometida a una operación tras ser diagnosticada con un tumor cerebral, que resultó ser benigno. Su esposo (aunque no vivían juntos) no fue a visitarla al hospital y en su lugar le envió un ramo de flores con una tarjeta que simplemente decía “Maurizio Gucci”.
Esto acabó de enfurecer a Patrizia que se sentía traicionada por Maurizio al dejarla sola con sus hijas. Además, creía haber sido el artífice del éxito de la Casa Gucci y quien había ayudado a su marido a tomar el control de la empresa. Poco después de su operación, Patrizia escribió en su diario: “Vendetta”.
Tras 10 años de separación, en noviembre de 1994, Maurizio y Patrizia llegaron a un acuerdo de divorcio: él le pagaría a su exesposa 1.2 millones de dólares al año por el resto de su vida. Para entonces, ya circulaban los rumores de un posible matrimonio entre Maurizio y Paola Franchi.
Patrizia no solo estaba enojada, sino que tenía miedo de perder el poder que le daba ostentar el apellido Gucci. Antes de que Maurizio saliera de Gucci, pensaba que su exmarido se iba a quebrar en medio de la crisis económica por la que atravesaba la casa de modas. Decía que gastaba mucho dinero y quería invertir en proyectos riesgosos como casinos y compañías de transporte.
Además, si Maurizio volvía a casarse, existía la posibilidad de que tuviera más hijos, y entonces la herencia de sus hijas se diluiría entre su nueva familia. Paola Franchi cuenta que Patrizia los acosaba, tenía espías entre los empleados de Maurizio y se enteraba de todo lo que hacían. Lo llamaba para insultarlo, incluso, amenazarlo de muerte.
También le enviaba casetes con advertencias y diatribas en las cuales lo calificaba de monstruo por abandonarla con sus hijas. Le anticipaba el infierno que le esperaba. Franchi recuerda que cuando eran novios, le rogó a Maurizio que contratara guardaespaldas, pero Gucci nunca pensó que las amenazas se harían realidad. Al fin y al cabo, tenían dos hijas que ambos adoraban.
La vendetta
Un año después de su divorcio, Reggiani comenzó a pedir ayuda a varias personas para deshacerse de su esposo. Indagó con miembros de su servicio doméstico si conocían a un sicario. A su empleada de limpieza le preguntó si su esposo estaría dispuesto a matar a su exmarido. En una fiesta de cumpleaños de su hija, Patrizia le consultó a un famoso abogado de Milán, qué le sucedería si se deshiciera de Maurizio.
Cuando le preguntó lo mismo un mes después, el abogado le envió una carta explicándole la gravedad del asunto y la exhortó a que no se expresara de esa forma. En otra entrada de su diario, Reggiani anotó: “No hay crimen que el dinero no pueda comprar”
Patrizia desoyó el consejo del abogado y le pidió a su amiga clarividente Giuseppina (Pina) Auriemma, que buscara un asesino. La llamada “bruja negra” contactó al portero de un hotel de mala muerte en Milán, quien a su vez se comunicó con un retirado endeudado que había sido dueño de una pizzería, y este a su vez ubicó a un mecánico que poseía un arma. Por el crimen, la banda cobró un adelanto de 90.000 dólares y otros 276.000 dólares después del asesinato. Pina, la confidente de Patrizia, fue quien les entregó el dinero.
El asesinato
El 27 de marzo de 1995 a las 8:30 de la mañana, Maurizio Gucci fue sorprendido por un pistolero que le apuntó su arma con un silenciador a la entrada del edificio donde estaba ubicada su oficina.
Murió asesinado de cuatro disparos, el más certero en la cabeza. Cuando el portero del edificio se asomó para ver lo que pasaba, también resultó herido de bala en el brazo y logró sobrevivir. El homicidio había dejado un testigo. La noticia se regó como pólvora.
Fueron muy pocos los miembros de la familia Gucci que asistieron a su funeral, presidido por su exesposa Patrizia Reggiani, a quien apodaron la viuda negra, especialmente después de asistir a las exequias con la cabeza cubierta con un velo negro en compañía de sus dos hijas a las que se vio desconsoladas.
El desalojo
No había transcurrido dos días del sepelio, cuando la viuda negra se presentó con una orden judicial de desalojo en el apartamento que Maurizio compartía con Paola Franchi, quien notó que los sellos del documento mostraban que la orden fue emitida apenas tres horas después de la muerte de su prometido. Una vez instalada con sus hijas en el penthouse de su exmarido, Patrizia cambió las cerraduras.
Tras ser expulsada de la vivienda, Franchi intentó rehacer su vida, pero cinco años más tarde, el destino le preparaba otra tragedia. En Navidad cuando fue a visitar a su padre junto a su hijo, el joven de 16 años se suicidó.
La investigación
Inicialmente, el fiscal investigador del caso, Carlo Nocerino basó su hipótesis en una posible venganza de un familiar, debido a las disputas del clan Gucci por el control de la empresa. Después de interrogar sin mayor éxito a varios familiares, incluyendo a la propia Patrizia Reggiani, y a hombres de negocios vinculados con la compañía, la investigación parecía estar en un punto muerto, sin evidencias, hasta que la policía recibió una llamada anónima: “Yo sé quién mató a Maurizio Gucci”.
Se trataba del huésped de un hotel de una estrella en Milán, que asustado llamó a las autoridades para contarles que tras varias conversaciones con Ivano Savioni, el portero del hotel donde se hospedaba, éste le contó que sabía quién asesinó a Maurizio Gucci.
La policía convenció al huésped para que aceptara llevar un dispositivo y grabar sus charlas con Savioni, quien también le presentó a sus cómplices. La policía comenzó a seguirlos y a interceptarles sus teléfonos.
Las conversaciones revelaron la relación de los tres delincuentes con Pina Auriemma y Reggiani. Cuando leyeron en los periódicos la fortuna que heredarían las dos hijas de Maurizio Gucci y la pensión vitalicia de Patrizia Reggiani, los cuatro empezaron a extorsionarla para que les entregara más dinero.
El arresto
En enero de 1997, casi dos años después de la muerte de Maurizio Gucci, su exesposa fue arrestada en su residencia a las 4:30 pm. Se la llevaron luciendo un abrigo de piel y joyas. Lo mismo sucedió con su amiga Pina y los cómplices del crimen.
Sus dos hijas, que tenían 14 y 18 años, no solo debieron soportar el dolor de perder a su papá, sino que vivirían la vergüenza y el tormento de ver a su madre presa, acusada del crimen del padre de ambas.
Ya en la cárcel, la celda de Patrizia fue allanada y allí se encontraron nuevas evidencias, como registros de retiros bancarios que coincidían con las cantidades de dinero entregadas al portero del hotel.
El juicio
El proceso judicial contra los cinco acusados duró 5 meses y acaparó la atención de toda Italia. El asesino y su conductor enfrentaron el litigio encerrados en una especie de jaula en la sala del juicio. En la otra parte de la sala se encontraban Patrizia y Pina junto a sus abogados.
La madre de Patrizia se hizo presente en el juicio para apoyar a su hija. A ella se sumaron Alessandra y Allegra Gucci, quienes también respaldaron a su madre. Incluso se supo que Alessandra comenzó a estudiar leyes con el objetivo de buscar la exoneración de su mamá.
Ante la posibilidad de enfrentar la cadena perpetua, tres de los cómplices confesaron su participación en el crimen, incluyendo Pina, la “bruja negra”.
El testimonio de Patrizia
El argumento de la defensa de Patrizia se basó en que Pina Aureimma fue quien organizó el asesinato, para luego extorsionarla. Dijeron que la “bruja negra” amenazó a Patrizia, si no le pagaba a los sicarios.
Como evidencia presentaron una carta que Reggiani escribió antes de que la arrestaran. En esta aseguraba que Pina era la responsable del crimen y que la estaba extorsionando. La defensa también puso de manifiesto los rumores de los supuestos poderes de Pina como clarividente, los cuales, aseguraron, usaba para controlar a Patrizia.
Los abogados admitieron que su clienta estuvo preguntando quién podía matar a Maurizio, pero eso -dijeron- obedecía a que su representada estaba enferma mentalmente debido al tumor cerebral que le extirparon. Expusieron que esa condición le estaba afectando su capacidad de juicio.
Fue así como la corte ordenó que a Patrizia Reggiani se le practicara un examen psiquiátrico, el cual concluyó que la acusada sufría un desorden de personalidad narcisista.
Uno de los momentos más esperados del juicio fue el testimonio de la propia Patrizia Reggiani, quien en total control, tranquila y bien vestida, contestó las preguntas del fiscal. Testificó que fue Pina quien organizó el asesinato de Maurizio Gucci sin su aprobación.
Agregó que tenía miedo de denunciarla ante la policía, porque Pina la empezó a extorsionar. Temía por lo que le pudiera pasar a ella y a sus hijas, si no cooperaba. Después de todo, habían asesinado a su exmarido.
Cuando le preguntaron sobre la razón por la que escribió en su diario la palabra “paradeisos” (paraíso en griego) el día del crimen de su exesposo, contestó que para ella su muerte era una liberación, porque constantemente estaba pensando en el daño que su marido le causó o en lo mal que se había portado al abandonar la familia. Sin embargo, en otra parte de su declaración, el subconsciente la traicionó cuando dijo “valió la pena cada lira”.
El veredicto
El 3 de noviembre de 1998, los jurados en Milán emitieron su veredicto de culpabilidad para los cinco acusados que participaron en la planeación y la ejecución del asesinato de Maurizio Gucci.
Algunos medios italianos reportaron que ese día los almacenes Gucci colgaron esposas en sus vitrinas.
Patrizia Reggiani escuchó impávida su sentencia de 29 años de prisión. Fue la misma condena que recibió Orazio Cicala, el conductor que trasladó al asesino en su vehículo. Por su parte, el pistolero, Benedetto Ceraulo, fue condenado a cadena perpetua. El portero del hotel, Ivano Savioni, enfrentó una pena de 26 años, y Giuseppina Auriemma fue sentenciada a 25 años tras las rejas.
Pina y Patrizia fueron enviadas a la misma prisión: la cárcel de San Vittore. Su amistad ya había terminado. Ambas se ignoraban cada vez que coincidían en los pasillos de la cárcel, a la que Patrizia llamaba Victor’s Residence. La señora Reggiani sufrió algunos ataques de epilepsia, producto de las secuelas de su tumor cerebral.
La apelación
Después que la familia de Reggiani presentó una apelación argumentando las secuelas provocadas por el tumor cerebral que supuestamente no le permitían tener conciencia de sus actos, en julio de 2004 la justicia italiana reabrió el caso y redujo la condena de Patrizia de 29 a 26 años en prisión. Ese mismo año “Lady Gucci”, como la llamaban, intentó suicidarse al colgarse de unas sábanas.
En 2011 pudo haber salido en libertad condicional bajo un programa de trabajo, como ocurrió con Giuseppina, pero la “viuda negra” lo rechazó. A través de su abogado dijo que nunca en su vida había trabajado, y que no lo iba a hacer en ese momento.
En 2013 aceptó salir de la cárcel en libertad condicional por buena conducta y se comprometió a participar en trabajos de servicio social en la sede de Cáritas en Milán. Finalmente, se unió al programa de trabajo en una famosa joyería que fabricaba piezas impactantes, muy ornamentadas y que llegaron a usar artistas como Madonna, Pamela Anderson o Linda Evans. Allí, Patricia era la encargada del desarrollo de nuevos productos. Un día estando en el trabajo, un periodista farandulero la abordó: “¿Por qué contrataste a alguien y no lo mataste tú misma?” y ella sin ningún reparo le contestó: “Porque no tengo buena vista y no quería errarle”.
Al salir de la prisión
Después de 18 años, en octubre de 2016, Patrizia Reggiani recobró totalmente su libertad. “La viuda negra” comenzó a frecuentar la Vía Montenapoleone, la exclusiva avenida de la moda de Milán. En algunas ocasiones, se presentó con una guacamaya en el hombro, buscando la atención de los paparazzi. Sigue usando el apellido Gucci, y con su conductor y de la mano de su asistente, la han visto perfectamente maquillada, ataviada de joyas y ropa llamativa, aunque con algunos problemas de movilidad.
A pesar de que al inicio del juicio sus hijas la defendieron, con el veredicto de culpabilidad cortaron toda relación con su mamá. Patrizia se fue a vivir con su madre, Silvana Barbieri, quien tres años después falleció a los 92 años.
La señora Barbieri había tenido sus propios líos con la justicia. Vincenzo D’Amato Reggiani, el hijo adoptivo de su esposo, la denunció por complicidad en la muerte en 1973 de su padre Ferdinando Reggiani. La acusó de haberse confabulado con el médico que lo trataba para darle un veneno. A diferencia de Patrizia, su madre fue exonerada de los cargos.
Barbieri había heredado de su marido un envidiable patrimonio de unos 120 apartamentos, bodegas y locales en Milán. En su testamento desheredó a su hija, no dejó que le administrara sus bienes y los donó a una fundación sin ánimo de lucro.
Sin embargo, Patrizia recibió de su madre suficiente dinero como para instalarse en la vieja mansión donde vive y pagar algunas deudas pendientes. Una de ellas, la compensación de 142.000 liras a Giuseppe Onorato, el portero del edificio que resultó herido durante el crimen de Maurizio Gucci.
La otra deuda fue mayor. Paola Franchi, la novia de Maurizio Gucci, presentó una demanda civil contra Patrizia por los daños causados a raíz del asesinato de su prometido. La justicia calculó en unos 700.000 euros la compensación que Reggiani debía pagarle a Paola.
“Lady Gucci” argumentó que no poseía ninguna propiedad y era insolvente. Franchi entonces dirigió su demanda contra las dos hijas de Maurizio, quienes controlaban la fortuna de su padre y retuvieron la pensión vitalicia de Patrizia por más de un millón de dólares anuales, acordada en el jugoso divorcio con su exesposo.
El enfrentamiento
Franchi, Reggiani y sus hijas se enfrentaron en una batalla legal por el millonario acuerdo de divorcio. El pleito llegó hasta la Corte Suprema de Justicia de Italia, que en un giro insólito contradijo las decisiones de tribunales inferiores que habían argumentado que la obligación monetaria de Maurizio Gucci para con su exesposa, se extinguió con su muerte.
En 2017, el máximo tribunal devolvió el caso a un tribunal de apelaciones que cambió la orientación de su sentencia anterior y decidió que Alessandra y Allegra Gucci no solo debían pagarle a su madre la compensación anual, sino la millonaria suma de dinero atrasado que no cobró por los 18 años que estuvo en prisión.
De esta manera, podría pagar la compensación por daños morales requerida por Paola Franchi. Las hijas y buena parte de la opinión pública estaban escandalizadas. Su madre no solo ordenó matar a su marido, sino que a pesar de este crimen, la justicia avaló que se quedara con parte de su dinero.
Las hijas volvieron a apelar, argumentando ante los jueces que durante el juicio su mamá siempre había defendido su inocencia al jurar que no tenía ningún interés en matar a su padre, precisamente porque perdería el derecho a la pensión adjudicada por su exmarido. Es decir, Patrizia Reggiani implícitamente había renunciado a dicha fortuna.
Además, expusieron ante el tribunal que la “viuda negra” ya había cancelado la compensación a Franchi, aparentemente con el dinero que heredó de su madre. La Corte de Casación estableció que “la conducta criminal de Patrizia Reggiani es irrelevante respecto a los acuerdos con Maurizio Gucci”.
La disputa legal continúa y no es para menos. En juego está una verdadera fortuna que se calcula en más de 30 millones de dólares, si se tiene en cuenta el dinero acumulado que Reggiani dejó de recibir mientras estuvo tras las rejas. Alessandra y Allegra Gucci, cuyas edades superan los 40 años, están casadas y viven bajo la protección de su residencia en Suiza, se niegan a pagarle a su madre.
En medio de esta paradoja y de lo que para muchos es una distorsión de lo ético y lo moral, la “viuda negra” que ahora tiene 72 años, propuso a sus hijas renunciar a la compensación vitalicia a cambio de una suma mensual que le permita pagar sus gastos, la posibilidad de ver a sus dos nietos y usar el velero Creole (famoso por traer mala suerte a sus propietarios) y el chalet familiar en Saint Moritz en los alpes suizos, al menos, una vez al año. Las hermanas Gucci no han cambiado de parecer y el abogado de Reggiani ha amenazado con solicitar ejecuciones hipotecarias.
Las otras Patrizia Gucci
Patrizia Gucci es la hija de Paolo Gucci, primo de Maurizio. El hecho de llevar el mismo nombre que Patrizia Reggiani, quien sigue usando el apellido Gucci y vive en la misma ciudad, la ha perseguido por años. Se queja de que la llaman de las tiendas y le dicen “señora Gucci su vestido ya está listo” cuando realmente se trata de un vestido que ha encargado Reggiani. Le ha pasado igual cuando la llaman de la peluquería para confirmarle citas que ella no ha hecho.
Como la misma Reggiani lo ha dicho en algunas entrevistas que ha concedido tras quedar en libertad: “Yo sueño con regresar a Gucci. Todavía me siento como una Gucci. En realidad, soy la más Gucci de todos”. Esta mujer extravagante y excéntrica nunca ha escondido su culto al poder, el dinero y los lujos.
La película también deja por fuera un escándalo de abuso sexual de otra de las herederas de la Casa Gucci: Alexandra Zarini, quien en septiembre de 2020 acusó a su padrastro, Joseph Ruffalo, de haberla abusado sexualmente desde niña.
Alexandra, nieta de Aldo Gucci, presentó una demanda en una corte de Los Ángeles contra Ruffalo que, según dice, tuvo la complicidad de su madre, la otra Patrizia Gucci (hija de Aldo fuera del matrimonio) y de su abuela Bruna Palombo, que sabían de los actos lascivos y no hicieron nada para impedirlos. Por el contrario, ellas le pidieron que se mantuviera en silencio.
En un relato escabroso, los documentos de la corte describen cómo Ruffalo, un manager de artistas que llegó a trabajar con Prince y el grupo Earth, Wind and Fire, supuestamente se acostaba desnudo con ella, que tenía 6 años, y le tocaba sus genitales, le mostraba y frotaba su pene contra su cuerpo.
En una declaración enviada al The New York Times, Patrizia Gucci escribió: “Lamento profundamente el dolor que Joseph Ruffalo le causó a Alexandra. Lo que le hizo es inexcusable y yo estaba devastada cuando ella me reveló todo (…) Yo inmediatamente inicié el proceso de divorcio contra el señor Ruffalo (…) Las acusaciones contra mí y contra su abuela, son completamente falsas”.
Hoy Alexandra Zarini es defensora de los derechos de los niños y preside la Fundación Infantil Alexandra Gucci, cuyo objetivo es prevenir y luchar contra el abuso sexual infantil.
Las reacciones
A raíz del estreno de la película, algunos herederos se quejaron de que la cinta le da una mirada a la familia solo a través del crimen de Reggiani, lo que incide en que la gente asocie el nombre Gucci con una familia disfuncional, marcada por la traición, las peleas y un crimen, en lugar de destacar la creatividad y el ingenio que los hizo famosos en el mundo de la moda.
Patricia Reggiani también estaba molesta con la película, especialmente porque Lady Gaga no la contactó para interpretar su personaje. “No le hubiera cobrado nada”, dijo. Gaga, por su parte, comentó que no quiso darle mayor relevancia a una mujer sedienta de fama que ordenó asesinar a su marido. “No quería conocerla porque me di cuenta rápidamente de que esta mujer quería ser glorificada por este asesinato, y quería ser recordada como criminal”, explicó la actriz.
Habrá que esperar si la película tiene algún impacto en los ingresos de Gucci, una empresa que supo superar sus crisis económicas, reinventarse y actualizarse de la mano de su director creativo, Alessandro Michele, para estar a la altura de las expectativas de los amantes del lujo y el buen gusto, y que en el camino triplicó sus ventas.
Muchos piensan que no es casualidad que para interpretar a la vidente Giuseppina Auriemma, haya sido seleccionada la actriz Salma Hayek, quien es la esposa de Francois-Henri Pinault, el dueño de Kering, el holding de lujo propietario de la firma Gucci.
Por lo pronto, Patrizia Reggiani parece estar saliéndose con la suya. Ya pagó su condena, sobre su vida se han escrito ríos de tinta, se han producido documentales y ahora la película protagonizada por Lady Gaga la ubica en el centro de la atención mundial.
Muy poco pareciera importarle que su imagen esté asociada con el asesinato de su exmarido. Ella sigue negando que ordenó su muerte. Y si las cosas le siguen saliendo bien, armada de paciencia, podría obtener la millonaria suma de dinero que la justicia italiana ordenó pagarle en cumplimiento del acuerdo de divorcio con su exesposo.
Quizás no podrá ver a sus hijas ni a sus nietos, pero en su sórdida avaricia poco le importaría eso, pues sería fiel a sus propios principios: “Es mejor llorar en un Rolls Royce que ser feliz en una bicicleta”. No se pierda la película si quiere conocer el resto de esta historia.
Muy interesante, debería de escribí una novela, eso me imagine cuando leía el artículo.,Excelente!
Gracias Juan Luis. Ya una periodista estadounidense escribió el libro en el que está basada la película.
Desde luego que hay muchas tramas paralelas que servirían para entretejer una buena novela.
Gracias por leer el artículo.
Un abrazo.
Excelente articulo, muy completo, muy meticuloso y se ve que muy trabajado en tratar de no dejar material suelto; es muy agradable al lector este tipo de artículos.- Gracias.-
Muchas gracias Héctor. Estas historias son apasionantes. Traté de escarbar lo más posible en la vida de los personajes y los acontecimientos de los que no habla la película. Me alegro que lo disfrutaste.
Wou …ya estoy ansiosa de ver la película….
Me cuentas qué te pareció cuando la veas. ¡Feliz Año!
Patty: Que tengas una Feliz Navidad y un muy próspero o apacible Año Nuevo.
Atte. Gonzalo Alegría desde Santiago de Chile.
Muchas gracias. Igualmente para ti. ¡Lo mejor y más saludable!
Muy interesante tu artículo sobre el asesinato de Maurizio Gucci. Pero este tipo de crímenes no hace nada bien a la industria italiana del lujo.
Te saluda atte. Gonzalo Alegría desde Santiago de Chile.
Muchas gracias Gonzalo por tu comentario.
El crimen ocurrió cuando ya ningún miembro de la familia Gucci controlaba la empresa.
A decir por las ventas de la empresa, a muy pocos parece importarle, o muy pocos conocen la historia.
Me encanta ver estas películas basadas en la realidad en donde o cuando la estrenan
En Estados Unidos ya la estrenaron en noviembre. No sé en qué país vives, pero debería estar en cartelera pronto.
Gracias por leer el artículo.