Esta es una de esas historias que me cambió la vida.
Comenzó con un viaje de trabajo a América Latina para cubrir la gira del ex presidente Bill Clinton por varios países de nuestra región. Fue en octubre de 1997. Yo estaba embarazada de mi segundo hijo.
Sin saberlo, no solo estaba realizando un importante cubrimiento periodístico sobre la histórica visita que marcaría las relaciones de Estados Unidos con algunos de sus aliados en Sudamérica; en ese viaje también encontraría lo que años más tarde se convirtió en una prioridad apasionante que le dio mayor sentido a mi vida y la colmó de gratificación.
En Colombia, se vivía una intensa campaña electoral que llevó a la presidencia a Andrés Pastrana, el candidato que prometía ponerle fin a décadas de guerra con las FARC. En 2001, ya era notable el fracaso de los diálogos de paz en una vasta zona que el gobierno desmilitarizó al sur del país. Arreciaron los ataques y los secuestros. Con la alteración del orden público vino la crisis económica que forzó a decenas de familias a abandonar el país.
Estando en Atlanta, recibí una llamada de Juan Pablo Gnecco para invitarme a su casa a una reunión con un grupo de colombianos pujantes y exitosos. La idea era crear una Fundación para buscar formas de ayudar a Colombia en momentos en que el futuro del país se veía incierto. Recuerdo que en aquella conversación telefónica mi primera respuesta fue “no tengo tiempo”. Juan Pablo insistió con el argumento de que si iba a la reunión y no me gustaba la iniciativa ni el grupo, él entendería mi negativa a participar.
Fui a la cita. No solo me encantó la idea y el grupo, sino que en esa reunión me nombraron presidenta de la que sería la junta directiva. Desde entonces mi voluntariado con COLOMBIANITOS se ha convertido en una prioridad.
Aunque inicialmente sabíamos que queríamos ayudar a niños en extrema pobreza, enfocarnos en educación y lograr un gran impacto, no teníamos claro cómo hacerlo.
Consideramos la construcción de escuelas pero pensamos que la tarea era muy grande para una organización sin ánimo de lucro que recién se creaba en otro país.
Después de muchos debates y reuniones durante varios meses sin saber cuál sería nuestro programa de ayuda, un buen día organizando mi oficina me encontré una revista con un artículo sobre la visita de Bill Clinton a la Villa Olímpica de Mangueira en Rio de Janeiro. La nota venía acompañada de una fotografía del ex presidente pateando un balón de fútbol junto al rey Pelé, quien en la época era el ministro de deportes de Brasil. Yo había guardado la revista luego de haber cubierto ese viaje de Clinton para CNN en Español.
Recordé que la Villa Olímpica de Mangueira comenzó como una escuela de fútbol en una favela. La organización ofrecía a los niños del barrio la posibilidad de jugar fútbol y participar en torneos locales con la única condición de que fueran a la escuela. En poco tiempo, los índices de criminalidad en la zona bajaron notablemente y a la Villa comenzaron a llegar abundantes recursos de patrocinadores y donantes hasta convertirse en un gran complejo deportivo.
Me resultó fácil convencer a la junta directiva de COLOMBIANITOS que ese debería ser nuestro modelo. Así cumplíamos con nuestros objetivos iniciales: enfocarnos en los niños y la educación; pero en este caso lo hacíamos a través del deporte, a bajo costo y nos asegurábamos de que los niños estuvieran estudiando sin que nosotros pusiéramos un solo ladrillo.
Necesitábamos un terreno plano, balones de fútbol, algunos entrenadores. Lo demás fue mágico. Utilizamos el poder del fútbol para mantener a los niños en los salones de clase, con buenos rendimientos académicos, involucrados en actividades recreativas y fuera de las calles. Así ayudábamos a que no estuvieran expuestos a los peligros de drogadicción, pandillerismo, crimen, trabajo infantil y prostitución.
Por medio de nuestro programa estrella “Goles Para Una Vida Mejor”, los códigos y el reglamento del juego en equipo, comenzamos a ofrecerles mayores herramientas para desarrollar su potencial y aspirar a un progreso real en sus vidas.
Nuestros COLOMBIANITOS sueñan con convertirse en grandes estrellas del fútbol pero no se dan cuenta que en el camino se estarán convirtiendo en verdaderas estrellas de su propia vida; en mejores seres humanos afianzados en valores de buena convivencia.
Aquel viaje a Rio inspiró la creación de nuestra Fundación que hace 16 años comenzó ayudando a 42 niños en un barrio de la periferia de Bogotá. Actualmente, gracias a la comprometida labor del grupo de trabajo que conforma la Fundación COLOMBIANITOS y a nuestras decenas de voluntarios, más de 63.000 niños han sido beneficiados con diferentes programas que complementan nuestro actividades deportivas en 55 comunidades del país.
Al invertir en nuestros niños estamos cambiando el futuro de Colombia. La promoción del deporte con énfasis en valores y con sentido social debe convertirse en una política pública. Estamos transformando las comunidades donde operamos y de paso demostrando que nuestro programa es una de las mejores opciones de convivencia para el post-conflicto.
Sin proponérmelo, el trabajar para dar oportunidades de vida a tantos niños, también ha cambiado mi vida.
COLOMBIANITOS es de lo mejor que me ha sucedido. Se ha convertido en una enorme satisfacción para mi alma y de paso es otra manera de dejar huella; de hacer el bien por alguien del que no esperas nada a cambio.
Simplemente, el ayudar te ayuda. Tu también puedes ayudar. Visítanos en colombianitos.org.